SaludEl intestino, nuestro primer cerebro y nuestro sistema de defensa

El intestino, nuestro primer cerebro y nuestro sistema de defensa

El intestino, ese órgano no tan apreciado (¿por qué será?) como el corazón o el cerebro, es en realidad “el pilar, soporte, estructura” de nuestra salud no solo física, sino también mental y emocional. En estos tiempos de “crisis sanitaria” me parece pertinente hablar sobre el “intestino” pues es ahí en donde radica nuestro “sistema inmunológico”; y como la “lucha” es contra un bichito, es importante hablar sobre nuestro sistema de defensa. Y quien dice “intestino en buena salud” dice “sistema inmunológico fuerte y guerrero”.

El cerebro y el intestino están estrechamente conectados y lo que ocurre en uno afecta al otro. Esa conexión se llama eje intestino-cerebro.

Esa conexión se hace a través del nervio vago, que controla los mensajes al intestino y al corazón, pulmones y otros órganos vitales, es la conexión directa del intestino con el cerebro. 

El intestino tiene su propio sistema nervioso -llamado sistema nervioso entérico-, conocido popularmente como nuestro segundo cerebro, pero que llamaremos nuestro primer cerebro. Se calcula que hay más de 100 millones de neuronas y terminaciones nerviosas en ese sistema nervioso entérico, más que las que contiene la médula espinal. Con este sistema nervioso, el intestino es capaz de autorregular sus funciones.

Comunicación sana: en doble dirección

Este “primer cerebro, nuestro intestino” se comunica con el sistema nervioso central a través del nervio vago, una red intrincada de vías nerviosas muy compleja. Estos dos órganos están en continua comunicación. Lo interesante de esta comunicación es que es bidireccional, es decir, no es solo el cerebro quien envía órdenes al intestino, sino que el intestino a su vez le manda información al cerebro. Estudios han mostrado que, en contra de lo que se creía, no es el cerebro el que envía más información al intestino, sino al revés, es el intestino quien envía información vital al cerebro. ¿De qué tanto hablarán?

Mencioné que el intestino tiene mucho que ver con nuestra salud física, mental y emocional. Hablemos de las emociones: Hoy se sabe que la “tensión o el estrés” afecta mucho este eje. Existe una relación directa entre la parte psicológica -conducta, pensamientos, sentimientos y emociones- con nuestro aparato digestivo. Cuando no gestionamos bien una, la otra se ve inmediatamente afectada.

El estrés: verdugo del sistema digestivo de la “llamada” sociedad moderna

En la antigüedad, el estrés provenía especialmente de ir a cazar animales, de defenderse de ellos o de otro tipo de amenazas, de las luchas por el territorio, etc. Eran “momentos puntuales” de estrés. En esta modernidad, todo se volvió estrés: por sacar buenas notas (hablamos de niños y jóvenes hasta adultos), de ser los mejores en el trabajo, de responder a las expectativas de los jefes, de trabajar 12 o más horas al día sentados frente a un computador, etc. Además, El cerebro no distingue entre un estrés “real” o un estrés “imaginario” (es decir, el estrés creado al pensar que nos faltarán cosas, que las personas no nos aman, que vamos a perder el empleo, etc). Por tanto, ante lo que pensamos e imaginamos, nos estresamos. Y no olvidemos, que el estrés es un mecanismo de defensa que activa recursos adicionales del organismo, es el modo en que se prepara el cuerpo para defenderse de las amenazas y activa lo que se llama el sistema nervioso simpático, poniendo en marcha ciertas funciones de alerta y ‘apagando’ otras que cree que en ese momento no son importantes para superar esa situación peligrosa.

Entre el estrés, una alimentación deficiente, una alimentación mala, sedentarismo, sentimientos de miedo (y otros), la salud de nuestro intestino se ve comprometida no sólo con consecuencias en nuestra “digestión” sino también en nuestro sistema inmunológico (entre otras).

Nuestros huéspedes Las bacterias y su papel en el sistema inmunológico

Investigadores descubrieron que los microorganismos que viven en nuestro intestino y que presentan una relación de simbiosis con nosotros (por nuestra parte les aportamos un ecosistema apropiado para su supervivencia y los nutrientes que ellos necesitan, y ellos realizan trabajos fundamentales que no podemos llevar a cabo por cuenta propia) tienen, además, la capacidad de regular nuestro sistema inmunitario, si viven en un “terreno adecuado”.

Los científicos han descubierto que las bacterias son capaces de regular la cantidad de vitamina A en el interior de nuestro tracto digestivo, lo que tiene una influencia directa sobre la actividad de las defensas. Es un descubrimiento que puede resultar muy importante para entender y tratar enfermedades autoinmunes e inflamatorias. Para hacernos una idea de lo grande que es este descubrimiento y de la simbiosis que tenemos con los microorganismos de nuestro interior, solo hay que decir que más de 100 billones de bacterias han evolucionado y se han adaptado al interior de nuestro cuerpo, un lugar bastante hostil, y han aprendido a realizar funciones vitales para nosotros, tanto que sin ellas enfermaríamos gravemente o, directamente, moriríamos.

Por tanto, para que nuestras “bacterias” vivan felices en nuestro cuerpo y nos ayuden a mantener el sistema inmunológico fuerte debemos comer sano, movernos, pensar en alta frecuencia, sentir bonito, practicar meditación o la contemplación, vivir en el momento presente.

Los invito a cuidar este templo/cuerpo desde el agradecimiento y la admiración, porque esta máquina en la que nos movemos es perfecta, increíblemente bella y poderosa. Hay herramientas que tenemos a nuestro alcance, como el yoga, caminar, bailar, reír, tocar instrumentos, jugar, cantar (y muchas otras) que nos ayudan a mantenernos saludables, y que, más que herramientas, podemos convertir en modo de vida.

Namaste

Jian-Jian

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